Relato corto, que mi hija Eugenia Núñez Ojeda ha presentado al premio Coca Cola de redacción juvenil 2014


 

¡Hola! Me llamo Ana. Me considero una persona normal, juguetona, mimada y algo egocéntrica, de acuerdo, pero es normal a los catorce.
Mis amigas me pusieron el apodo de Pretérito Imperfecto porque según ellas, nunca acabo las cosas.
-Alumnos, tenéis que elaborar una rwedacción explicando qué es la hegemonía de la Antigua Grecia, y los problemas que desencadenó…-Proclamó mordazmente la profesora de Sociales.
-Tss ¡Ana!- me susurró Miguel, mi mejor amigo-¡Concéntrate, esta redacción es vital para el trimestre!
-Ya lo sé,¡no me lo recuerdes más!-exhalé aire y le lancé una mirada tan mortífera que seguro que deseó que le diese un vahído por haber pronunciado esas palabras.
No podía concentrarme en la historia griega en ese inoportuno momento, me dolía todo el cuerpo y cuando hacía el más mínimo movimiento, un gélido crujido invadía hasta el tuétano de mis huesos.
Todo era tan diferente desde que le conocí…
Sólo él ocupaba mis pensamientos, penetrando en los lugares más recónditos de mis neuronas, mientras su nombre resonaba en mi mente:
‘‘Carlos, Carlos, Carlos…’’
Miguel volvió a darme un codazo y noté que empezó a llover.
Sonó el timbre y salimos al patio.
Mis amigas me rodearon, pero les pedí que me dejasen;necesitaba soledad.
Entré a la cafetería, extrañamente desierta, y divisé un cartel.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             
Extrañada, saqué mi móvil(algo viejo, con un par de arañazos, pero usable)
para ver la fecha:¡No era el Día de los Inocentes!
¿Qué es un reparador de diccionarios?¿Cómo se rompen?¿Por qué?
Como si de un acto reflejo se tratase, despegué el cartel y me lo guardé en un bolsillo trasero.
Mi cabeza era un desorden aún mayor aún mayor si cabe, y pedí unos caramelos de fresa ácida y un refresco de cola.
Ahí apareció, sus ojos dilatados, su sonrisa tristemente apagada como un ocaso, y unos pómulos rojizos como nunca mis ojos habían visto.
Carlos me abrazó y por su rostro resbaló una amarga lágrima.
Me besó(aún a día de hoy no sé por qué, nunca le pregunté)
Me confesó que su madre había perdido la vida y le abracé como nunca lo había hecho.
Las tres horas siguientes se esfumaron volando, y no salía de mi cabeza lo del reparador de diccionarios.
Por la tarde discutí con mis padres y me escabullí de casa con un
diccionario en mano y el cartel todavía en mi bolsillo.
Llegué a mi parque favorito y, lamiendo uno de los caramelos con fruición, me dispuse a ojear el diccionario.
-Mar:Terreno dónde cultivar plantas o jugar al fútbol.
¿Qué?¿Quién ha escrito esa definición? ¡Debe ser una errata!-pensé, hablando para mis adentros.
-Madre:Varón con hijos.
-Negro: Color de la nieve o de la leche.
-¿Qué le ocurre a este diccionario?-grité, totalmente histérica.
Llegué a la conclusión de que el diccionario estaba equivocado y salí corriendo como una bala hacia la tienda del reparador del cartel.
Exhausta tras media hora corriendo y la camiseta empapada en mi propio sudor, toqué el timbre, sintiendo miedo, curiosidad y un dolor insufrible en las piernas.
Una figura enorme se acercó a mí. Pese a su tamaño, aquel hombre tenía un bigote canoso y una cara alegre que me tranquilizó.
-¿Qué desea señorita?¿Le puedo servir un vaso de agua?- preguntó tranquilo.
Me apresuré a sacar el cartel, arrugado pero legible, y le expliqué lo ocurrido en el parque.
-Bébete este vaso de agua y lo comprenderás todo.
¿Cómo va a ayudarme un vaso de agua? Pensé, más lo bebí con tantas ganas  que cualquiera diría que era la primera vez que la probaba.
¡El hombre se hacía más grande!¿O era yo la que empequeñecía?                                                                        
El reparador me cogió como si fuese un ratón y me metió en el diccionario.
¡Estaba dentro, entre todas las definiciones! ¡Todas estaban mal!
Noté que las podía mover y tras dos horas, reparé el diccionario y salí, volviendo a mi tamaño natural y dejando de menguar.
-¿Te ha gustado?-me inquirió el hombre.
-¡Sí!¿Pero qué me has hecho?- pregunté asustada.
-Te he transportado al mundo de las palabras y has reparado el diccionario.
Agradecida, le pregunté su secreto y me lo confió.
-Este agua mágica te introduce en el diccionario, reparándolo así.
 Debes hacer que todos prueben esta agua y arreglar todos los diccionarios del mundo.
-Está bien, ¡lo haré!- le prometí decidida.
Salí de la tienda,miré el reloj y cogí un autobús con el agua en mano.
Mis padres no me dirijieron palabra alguna, por lo que aproveché la oportunidad y me encerré en mi cuarto para empezar con el trabajo de Sociales.
Como había arreglado el diccionario, pude definir perfectamente la palabra hegemonía.
Al día siguiente, entregué el trabajo y saqué un diez.
Carlos seguía triste pero le besé y la tristeza desapareció de su mirada.
Tiempo después, comenzamos a salir.
-Mamá ¿en serio arreglasteis todos los diccionarios del mundo?
-Sí,cariño-le respondí con amor.
-Tu madre y yo recorrimos el mundo para arreglar los diccionarios del mundo durante aquellos días adolescentes, y aún hoy hay gente maravillándose al escuchar nuestra historia- le explicó Carlos dulcemente.
-Mami, ¿y qué puedo hacer yo para ayudar a los diccionarios?
-Puedes leerlos, cariño. Así las palabras no estarán solas y se sentirán acompañadas.
- Lo haré-Prometió Perífrasis.
Y poco a poco se fueron haciendo eruditas de las palabras.
 -Parece mentira que eso fue con catorce y ahora tenemos treinta y uno y dos preciosas hijas, llamadas Perífrasis y Conjugación
¿Te acuerdas de aquel apodo adolescente, pretérito imperfecto? Ya no tiene sentido, porque por primera vez en tu vida has acabado algo.
- me dijo Carlos con tono burlón.
-Ya, pero la gente cambia- me reí con tono picante y pícaro-Tú también lo has hecho, Carlos.
-Sí, pero le callé con un beso y nos abrazamos mutuamente, y permanecimos así, sin separarnos nunca, nunca…
                                                                       EUGENIA NÚÑEZ OJEDA

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